Un cuerpo menos que perfecto

Una Caza Azul en Londres, Coyoacán.  Una mujer cuyo nombre a la vez genera admiración y rechazo. Siempre discusión.  Un cuarto resguardado inicialmente por petición de Diego Rivera y posteriormente por decisión de Dolores Olmedo. Un baño de azulejos blancos en el que en 2004 fueron halladas más de 300 prendas, algunas que ahora integran la muestra “Las apariencias engañan: los vestidos de Frida Kahlo”.

Seis años de edad. Cualquier pensaría que el saldo de vivir dos mil ciento noventa días equivaldría a algunos raspones provocados por caídas menores,  carreras hasta los columpios, risas y ecos de veranos interminables. No fue así en el caso de Frida. A causa de una poliomielitis contraída en 1913, el saldo resultó en una pierna más corta que la otra, la derecha.

Dieciocho años de edad. ¿El primer enamoramiento? ¿Saber acaso lo que es llorar por alguien? ¿Haber superado la pubertad y comenzar a vivir la juventud? Esa impredecible y (a veces) desastrosa etapa…tan desastrosa como el suceso ocurrido el 17 de noviembre de 1925: un accidente de tráfico en el que una varilla de tranvía quedó incrustada en la pierna de la artista de uniceja. 22 intervenciones quirúrgicas y un par de años después, una pierna amputada, la derecha.

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¿Para qué querer pies, si hay alas para volar? Sí, hubo alas, y también hubo prótesis de yeso y armaduras metálicas que Frida Kahlo se vio obligada a vestir para darle soporte a ese cuerpo menos que perfecto. Un cuerpo dañado por la mala fortuna, un cuerpo víctima de estar en el lugar equivocado en el momento incorrecto. Esas extensiones artificiales se revelan al visitante en la primera sala de exhibición. Un corsé de yeso que data de 1954 cuya decoración evoca la ideología política de la artista: se observa a la altura del pecho un dibujo del escudo del Partido Comunista, la oz y el martillo al lado del corazón.  Otra prótesis, utilizada en la pierna derecha, claro está, para poder mantenerse de pie; en la punta, se observan dibujos de alas de mariposa, esas que le servían para volar.

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Al avanzar, el visitante comienza a ser invitado a reflexionar sobre el vestido de tehuana como una declaración ideológica y cultural, como herramienta a la que Frida recurrió para cubrir imperfecciones. Se reflejan en la vitrina una serie de vestidos provenientes de una sociedad que ella admiró: una matriarcal proveniente del Istmo de Tehuantepec. Ahí  no existe cosa tal como “la mujer lleva los pantalones”, no los hay. Hay mujeres que visten con tops simétricos de cortes rectangulares y faldas largas, de éstas se valió Kahlo para ocultar los diversos y desafortunados desastres de los que su cuerpo fue presa. A los pies de las maniquíes sin rostro, fotografías que muestran el acontecimiento para el cuál las piezas fueron vestidas: viajes, inauguraciones, reuniones propias de la hoy lejana cotidianidad de la que ella y Diego Rivera fueron parte.

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Joyería, calzado de tacón asimétrico (por obvias razones) y gafas obscuras. La vitrina que alberga estas piezas se contrapone a un par de fotografías, intervenidas por la artista,  en las que se observan personajes sin torsos, o sin pies. Uno se para de frente con el tormento y trauma psicológico de la artista. Imparable, sí. Pero creo yo que jamás recuperada del todo de los infortunios que vivió. ¡Vaya! ¿Quién podría realmente recuperarse y olvidar sucesos similares?

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Las últimas dos salas revelan el impacto de la artista en el ámbito de la moda contemporánea. Inspirados en los soportes y prótesis que Frida usara en vida, diseñadores como Riccardo Tisci (de Givenchy), Jean Paul Gaultier y Rei Kawakubo (de Comme des Garçons), crearon diversas colecciones de las cuales algunas piezas se exhiben en esta muestra.

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En esa última sala yace la pieza que da nombre a la exhibición: “Las apariencias engañan”. Encontrada también en 2004, la pintura de pequeño formato resume la exposición entera al mostrar la triada de la que Frida se valió para vivir, un balance entre cuerpo-corsé-vestido. La imagen muestra ese cuerpo menos que perfecto como resultado de las  diversas intervenciones quirúrgicas, éste se oculta bajo un voluminoso vestido. ¿El detalle más hermoso? Sin duda, la serie de mariposas cuidadosamente dibujadas en la pierna derecha. Hermoso. Las apariencias pueden engañar, los detalles no.

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Imaginaba una exhibición más extensa. Leí acerca de la misma en noviembre pasado en la edición mexicana de la revista VOGUE – gran patrocinadora de la muestra. El espacio es pequeño, lo sé bien, sin embargo, me habría gustado ver más vestidos de tehuana, éstos no mostrados en simples maniquíes estáticos, sino en soportes giratorios que permitieran al visitante apreciarlos en todo su esplendor, y no en sólo ángulo. O bien, recrear diversas escenas de la cotidianeidad de las pintora. Más allá de un maniquí, me interesaba conocer la manera en la que Frida vivía su vida. A la fecha aún no hay catálogo de esta exposición, espero que al hacerlo, quienes lo gestionen consideren lo que anoto sobre las escenas, sería maravilloso ver todas esas piezas retratadas en diversos espacios de la Casa Azul.

“Las apariencias engañan: los vestidos de Frida Kahlo” estará en exhibición hasta Enero de 2014 en la Casa Azul (Museo Frida Kahlo) – Londres 247, Colonia Del Carmen, Coyoacán, México, D.F. Horario: martes a domingo, 10-17h45.  Para más información: www.museofridakahlo.org.mx

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